Eran
las 7:55 de la mañana del martes 11 de septiembre de 2001, una mañana de hecho
no muy distinta a esta, nublada, con algo de frío. Estaba yo subiendo a mi
clase de computación de la secundaria. Estudiaba en el Instituto Cultural
Copán. Tenía alrededor de 1 hora de haber entrado a la escuela, y hasta ese momento,
nada indicaba que el día iba a ser diferente de todos los demás.
El salón
de computación se encontraba a un lado del salón de maestros, mismo que tenía
la única televisión a la que los alumnos teníamos “acceso”, pues el salón tenía
grandes ventanales por los que se podía ser hacia adentro. Yo era el primer
alumno en subir, me había adelantado. Nada me habría podido preparar para las
imágenes que iba a ver. Fuego. Un incendio… La Torre Norte del World Trade
Center se encontraba en llamas.
Desde
muy pequeño, mi abuelo, en paz descanse, viajaba constantemente a Nueva York
por cuestiones de trabajo, y siempre me maravillaba con las historias de la
Gran Manzana, pero en especial, de las Torres Gemelas. Para mí, esas torres
eran intocables… Vaya, Estados Unidos era EL país.
Nadie
sabía que sucedía bien a bien. Toda la información con la que se contaba era
que un avión pequeño había tenido problemas y que se había estrellado contra el
WTC. Todo era confusión, pero había un dejo de esperanza de que esto no fuera
más que un error. Poco después se sabría que fue el vuelo 11 de United Airlines
que salió de Boston con destino a Los Angeles, el que se estrelló con sus 81
pasajeros.
8:03 de
la mañana. Debíamos de estar en el salón, pero mis compañeros y yo seguíamos
observando la transmisión de Jorge Berry en Primero Noticias, en el canal 2 de
Televisa, confundidos, como todos. El segundo avión, el vuelo 175 de United
Airlines, que debía de cubrir la misma ruta que el vuelo 11, se estrelló contra
la Torre Sur. Es una imagen que se mantendrá en mi cabeza por siempre, jamás
podré olvidar, aunque quisiera.
Fue en
ese momento cuando el mundo cambió. Fue en el momento en el que ese vuelo se
estrelló contra el WTC que el mundo entero se dio cuenta que este no había sido
un error, que los Estados Unidos de América, el país superpotencia mundial,
estaba bajo ataque. El terror se desató en el mundo entero… El mundo cambió en
tan sólo 17 minutos. Yo cambié.
El 11
de septiembre de 2001, en medio del terror, en medio del infierno que se vivía
en Nueva York, y que se vivía en todo el mundo gracias a las imágenes que
transmitía la televisión, yo cambié. Los ataques terroristas que vulneraron a
los Estados Unidos fue el primer evento noticioso que me llamó la atención. Fue
el primer evento periodístico que tuve la voluntad de seguir. Fue ese día, un
11 de septiembre de 2001, que nació en mí el periodismo.
A pesar
de todo el horror, el infierno que se vivía, yo no dejé pasar más de una hora
sin que estuviera informado. Fui el primero de mis compañeros en enterarme de
la gente que saltaba desde los pisos más altos del WTC, de que el vuelo 77 de
American Airlines, con sus 58 pasajeros, se había estrellado contra el
Pentágono, fui el primero, a las 8:59 de la mañana, tiempo del centro de
México, en ver horrorizado el colapso de la Torre Sur, en enterarme de que el
vuelo 93 de United se había estrellado en Pensilvania, gracias a que los
pasajeros se habían relevado contra los secuestradores y fui el primero en ver,
con todavía más horror, el colapso de la Torre Norte a las 9:20 de la mañana.
Cuando pasaron por mí a la secundaria, todo el camino de regreso a casa me fui
escuchando el radio, al llegar, las noticias…
El 11
de septiembre de 2001, yo tomé la decisión de que mi vocación era el periodismo…